6 de marzo de 2014

¿DÓNDE QUEDÓ LA DIVERSIÓN?

    Siempre he pensado, y desde pequeño me han inculcado, que el deporte se hace por diversión, pero pasan los años y la realidad se empeña en demostrarme lo contrario. No a nivel personal, allí cuando me aburra (cosa que no creo que pase) lo dejaré, sino a nivel profesional, al deporte de élite. Siempre se ha hablado de que el deporte es un negocio y que los deportistas cambian de equipo buscando un mejor contrato. Eso lo entiendo, es su trabajo y van donde más dinero reciban, lo que me cuesta comprender es que el aficionado medio tenga pagar para poder ver esos deportistas.



    Y ¿por qué me ha dado ahora por pensar en el dinero? pues porque la empresa de telefonía Movistar ha creado una televisión (de pago) y como tontos no son, han ido a por casi todo el deporte. Y cuando digo casi todo es casi todo. Esta nueva televisión se ha subido al carro del fútbol, comprando los derechos de Primera (que seguiremos sin verla en abierto), de la Champions League, Europa League y Premier. Además, también emitirá tenis (Roland Garros) y ciclismo (Tour de Francia). Pero lo que más revuelo ha causado ha sido que tan solo nos quedan dos años empujando al Ferrari de Fernando Alonso para que consiga su tercera corona en el mundial de Fórmula-1, y menos aún -medio año- para ver a Lorenzo, Márquez y Pedrosa pugnado por adelantarse en cada curva para alzarse con el título de Moto-GP.

    Mi duda es: ¿El deporte profesional no lo sostienen los aficionados? y si eso es verdad, ¿cómo van a crear afición a unos deportes que las nuevas generaciones no van a poder ver? El baloncesto ya está sufriendo el tener que "esconderse" tras televisiones de pago con sus dos máximas competiciones (NBA y Euroliga) ya que ninguna televisión pública quería o podía hacerse cargos de sus costes y parece que está creando escuela. La FIA prácticamente ha cuadruplicado el precio de los derechos televisivos de las carreras desde su etapa en Tele5 aprovechando el tirón de Alonso, haciendo prácticamente insostenible sus costes para las principales cadenas en abierto. Por todo esto quiero hacer una reivindicación: ¡Si el deporte es un negocio, que piensen en los practicantes de Sillónball!

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